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Una conversación sobre la equidad y la superación de la pobreza

Emprendimiento y empleabilidad: algunas reflexiones desde Repensar la pobreza

Por. Ingrid Carolina Roa D.
Julio de 2020. Lograr una fuente de ingresos estable es el principal anhelo de los hogares en pobreza. El perfil productivo y la necesidad de dar respuesta al día a día ponen sobre la mesa una conversación entre emprendimiento y empleabilidad.

El Desarrollo Humano consiste en “la expansión de las libertades de las personas para llevar una vida prolongada, saludable y creativa; conseguir las metas que consideran valiosas y participar activamente en darle forma al desarrollo de manera equitativa y sostenible en un planeta compartido”[1]. Desde esta óptica surge la pregunta por los proyectos de vida que perseguimos cada uno de nosotros y, en particular, cuáles buscan o añoran las personas en pobreza para sus hijas e hijos. Esther Duflo y Abhijit Banerjee, en su obra Repensar la pobreza (2011), abordan estas cuestiones al analizar las dinámicas del emprendimiento como estrategia para la superación de la pobreza.

Evidencian los autores que el mayor anhelo de los hogares en pobreza es lograr estabilidad en las vidas de sus hijos e hijas. Este sueño se justifica ante el legado histórico e intergeneracional que ha acompañado sus vidas: día a día se vive en medio de la incertidumbre de poder subsistir. El mayor deseo de estos padres y madres de familia es lograr que sus hijos e hijas obtengan un empleo estable, sean docentes o trabajen en grandes compañías. Al respecto refieren los autores: “La estabilidad en el empleo es el rasgo que mejor diferencia a la clase media de los pobres”[2].

En la mayoría de los casos, el emprendimiento como estrategia de generación de ingresos no es una decisión producto de un proyecto de vida concebido, sino un camino que se abre paso ante la ausencia de otras oportunidades. En palabras de los autores, “las empresas de los pobres a menudo se parecen más a una forma de comprar un empleo, ante la falta de oportunidades para conseguir otros más convencionales, que al reflejo de un impulso emprendedor específico”[3].

Ante esto, ¿qué alternativas de generación de ingresos se perfilan para estos hogares?, más al evidenciar la baja rentabilidad de los negocios de los hogares pobres, que parecen estabilizarse en un punto de no crecimiento y bajos retornos, que se traducen en condiciones de vida limitadas a la subsistencia. Al respecto, Duflo y Banerjee refieren que el talento emprendedor, acompañado de un salto tecnológico, producto de un incremento importante en el acceso a capital, puede romper con el estancamiento. Sin embargo, la mayoría de los negocios de las personas en pobreza no se orientan a dar este salto y se quedan en la inercia de vivir apenas con lo necesario.

Desde esta óptica, si se trata de ampliar las oportunidades de acuerdo con los proyectos de vida, la política pública debe fortalecer el aparato productivo con una visión incluyente, trascendiendo los objetivos del crecimiento económico como herramienta para la empleabilidad decente de población vulnerable. (Las empresas Tipo B son un ejemplo de esquemas productivos incluyentes.  Ver:  Ya no basta que una compañía genere buenos ingresos)

Duflo y Banerjee mencionan también el efecto del acceso a un empleo estable sobre la calidad de vida de la población en pobreza: “Unos ingresos estables y predecibles permiten comprometerse a realizar gastos futuros y también hacen mucho más fácil y barata la solicitud de préstamos en el presente”[4]. Agregan: “Una vez que se materializa un empleo así, se generan diferencias sustanciales en las vidas de las personas que los consiguen”[5]. En este sentido, Prosperidad Social adelanta acciones para el cierre de brechas en empleabilidad a través de la prestación de servicios personales e institucionales que potencialicen el desarrollo de capacidades para el acceso al mercado laboral formal.

Las anteriores consideraciones no implican dejar de fortalecer los micro y pequeños emprendimientos de los hogares en pobreza. De un lado, existen perfiles emprendedores entre estos hogares, cuyas oportunidades para la superación de su situación de vulnerabilidad se sitúan en el fortalecimiento de sus unidades productivas. De otra parte, a 2018 según estimaciones de la Gran Encuesta Integrada de Hogares, 74% de las personas en pobreza extrema y multidimensional son trabajadores por cuenta propia. Estos hogares requieren respuestas día a día para su subsistencia y las transformaciones del aparato productivo como motor de empleo para población vulnerable, en particular en lo rural, son posibles a partir de esfuerzos de largo aliento.

Frente a la necesidad de impulsar el emprendimiento de la población en pobreza, los referidos autores destacan el impacto del modelo de Graduación de BRAC para el mejoramiento de las condiciones de vida de los hogares más pobres. Se trata de un modelo que parte de “mezclar de manera correcta” acciones de inclusión social y productiva. Para esta población en lo productivo el modelo se dirige a “identificar un medio de vida sostenible que se adapte a sus intereses y aptitudes, y también al mercado local”[6].

Estudios realizados sobre diferentes adaptaciones del modelo BRAC, lideradas por la Fundación Ford, refieren como efectos una mayor ganancia de ingresos por parte de los participantes, “logrando mejoras estables en su bienestar mucho tiempo después de que el programa concluyó, con ganancias sostenibles en el consumo del hogar, activos y seguridad alimentaria”[7]. Ante los efectos positivos evidenciados, en Prosperidad Social se ha construido la Ruta para la superación de la pobreza sobre las bases de este modelo. (Aquí puede ver: La Ruta para la superación de la pobreza un reto de Prosperidad Social para repensar la pobreza)

Estas consideraciones permiten concluir que, con una visión de largo plazo, es necesario fortalecer el aparato productivo con una perspectiva de crecimiento económico incluyente como apuesta de empleabilidad de la población en pobreza. En el corto y mediano plazo, las acciones para la  superación de la pobreza deben orientarse de acuerdo con el perfil de la población. Así, para aquellos con perfil de empleabilidad, acompañarlos al cierre de brechas en el marco de los procesos de gestión y colocación. En tanto, para las personas con perfil emprendedor, gestionar y fortalecer sus unidades productivas para la generación de ingresos sostenibles.

Dentro de estas apuestas, comprender las dinámicas de la informalidad y de los territorios con énfasis en la ruralidad, son elementos fundamentales para proveer respuestas efectivas a la inclusión productiva de los hogares en pobreza en Colombia, quedando abierta la discusión a nuevos aportes.

[1] PNUD, (2010). Informe sobre Desarrollo Humano 2010, La verdadera riqueza de las naciones: caminos al Desarrollo Humano. Madrid, España: Ediciones Mundial – Prensa Libros S.A., p. 24.  
[2] Duflo E. & Banerjee A. Repensar la Pobreza. Cuarta edición, Taurus, Bogotá, 2019, p.282.
[3] Ibídem, p. 281.
[4] Ibídem, p. 285.
[5] Ibídem, p.283.
[6] Sheldon, T. El Modelo de Graduación. Preservación de la esencia, adaptación del alcance: Lecciones tempranas de las implementaciones a gran escala del modelo de Graduación. Fundación Ford, 2016. Disponible en: https://www.fordfoundation.org/media/3171/pdf2-spanish-final-24-oct-14h30.pdf
[7] Ibídem, p.5.

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Sobre este blog

Siguiendo el llamado de repensar la pobreza, Prosperidad Social abre este espacio de difusión de conocimiento para aportar a la construcción colaborativa de las comprensiones y abordajes de la realidad social.

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Ingrid Carolina Roa Devia es abogada y economista de la Universidad de los Andes, máster en Derechos Fundamentales de la Universidad Carlos III de Madrid y máster en Desarrollo Humano de la Facultad Latinoaméricana de Ciencias Sociales (Flacso). Es experta en política social y temas de pobreza. Tiene más de 15 años de experiencia en entidades del nivel nacional y territorial. Desde 2016 es funcionaria del Grupo de Formulación y Evaluación en la Oficina Asesora de Planeación.

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